30.6.05

En mi collar

En caso de pérdida, dar algo que leer y dejar seguir el camino.

29.6.05

Los pies del gato

Me dices que hay cosas que es mejor no decirlas nunca, y que por eso mismo te las callas. Y me justificas tu silencio diciendo que ciertos sentimientos, al traducirlos en palabras, parecen mucho peores de lo que en realidad son. Y que en el fondo no te pasa nada, rematas, y yo te digo entonces que es justo al revés, que es en el fondo donde algo no marcha bien, y que tú, con tu actitud, tratas de taparlo todo con un manto de indiferencia. Y entonces te enfadas, me dices que soy un pesado, que no hago más que buscarle tres pies al gato, y yo respondo que no, que los tres pies ya los he encontrado, pero que es el cuarto, ése que cojea, el que me tiene más preocupado.

28.6.05

El síndrome de cenicienta

–Si quiere puedo traerle un numero más.
–¿Cómo? ¡Pero si me va bien! ¿No lo ve?
–Yo se lo veo un poco apretado.
–Que sí, hombre, ¡me va perfecto!
–Venga, anda, devuélvamelo.
–No.
–Traiga aquí.
–¡No!
–¿Dónde va? ¡No corra!
–¡Y una mierda! ¡Yo soy tu princesa!
–¡Seguridad! ¡Detengan a esa mujer!

27.6.05

Valientes excusas

–¿Ahora mismo? Bueno, mira, es que no puedo, no me va muy bien, ando un poco liada con el trabajo.
–Está bien. ¿Y mañana por la tarde? A última hora...
–Uy, no, me va fatal. Tengo cita con el peluquero.
–¿Y el jueves?
–¿El jueves? Imposible. No, no, el jueves imposible.
–Bueno, ¿y el viernes?
–Oye, mira, ¿sabes qué? Mejor te llamo yo y quedamos en otro momento, ¿vale?
–Está bien, señorita, pero le recuerdo que ha sido usted la que ha llamado al dentista.

23.6.05

El sueño de Rosaura

Cuando el remolque paró en la plaza del pueblo, la pandilla de habituales del bar supo que Benjamín –también conocido como “el Viejo”– no había estado bromeando. Allí estaba, a cientos de kilómetros del mar. Siete metros de eslora, dos ochenta de manga y dos motores con unos caballos mucho mejores que los que se ven por aquí, había dicho el Viejo una tarde en el bar. Todos pensaron que Benjamín estaba de broma, pero no, el Viejo se había comprado un yate.

Definitivamente, el Viejo se había vuelto loco. Y Rosaura, su mujer, también. En el pueblo no se hablaba de otra cosa. Habían instalado el yate en el jardín de su casa, y cada mañana, Benjamín y Rosaura se turnaban para lanzarse cubos de agua a la cara mientras el otro hacía ver que llevaba el timón. El resto del día lo pasaban en cubierta, tomando el sol. Al atardecer, más cubos de agua, hasta que el barco llegaba a puerto. Entonces, Benjamín, antes de regar las plantas, le pasaba la manguera al yate para que no se estropeara con la sal.

El pueblo acabó acostumbrándose a la presencia del barco. Todos preguntaban al Viejo por el estado de la mar, y a las mujeres en la tienda de comestibles se les ponían los dientes –postizos todos– largos al escuchar a Rosaura explicar con todo lujo de detalles las idílicas playas que había visitado con su marido. Y es que verlos allí, a bordo de su precioso yate, sonriendo felices mientras brindaban con sus vasos de limonada, le daba envidia a cualquiera.

22.6.05

Las cartas sobre la mesa

Una calurosa noche de verano decidimos jugar con nuestros sentimientos. Lo que no imaginaba entonces es que harías trampas, que te guardarías tu as de corazones en la manga. Pobre rey de tréboles. Se me quedó ahí, encima de la mesa, con su ramo de flores en la mano y cara de haber metido la pata.

21.6.05

Un desierto en mi cabeza

Con la boca llena de arena, una piedra ardiente me sirve de lengua. Mis piernas son dos ramas secas, las manos dos hojas muertas. Y en el pecho, un tronco hueco, mi corazón es un viejo río que ya no recuerda la última vez que el agua corrió por mis venas inundándome con tu amor.
Sin poder pensar en ti,
un desierto en mi cabeza.

15.6.05

In dubio pro Jacko

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Todo el mundo es inocente hasta que se demuestra Michael Jackson.

13.6.05

Como el pobre indeciso no sabía nadar, se ahogó en un mar de tetudas.

10.6.05

El precio de un metro cuadrado

–Cariño, ¿puedes apartar el codo? Tengo que abrir la nevera.
–No, si al final me vas a tirar de la cama...

8.6.05

Un mal día

El frío de la noche me golpeó en la cara cuando el tipo abrió el paquete camino de su casa. Me asusté mucho cuando oí a mi hermano gritar. Él fue el primero en arder. He pasado la noche en el bolsillo de su chaqueta, junto al resto de mis hermanos. Tenía miedo, pero al final el sueño me ha vencido.

Esta mañana me ha despertado el aroma de un buen café. Y enseguida han vuelto los gritos. He vuelto a asustarme, pero también he dado gracias por no ser yo. Me he sentido un poco mal por ello. Supongo que es normal. Ya sólo quedamos 18.

Aquí dentro empieza a haber mucho espacio libre. Estamos en silencio. Nos miramos todos con recelo, e intentamos escondernos cuando se abre el techo. Esta vez me ha ido de poco.

No puedo creerlo. Uno de mis hermanos me ha empujado. No quería ser el siguiente, y ha intentado ponerme en su lugar. Pero no lo ha conseguido.

Ahora sí. Ahí vienen sus dedos. No me gusta el tacto de sus labios. Intento encojerme huyendo del fuego. No quiero gritar.

7.6.05

En la punta de la lengua

Hoy pondría una foto de la punta de mis dedos. Estaba a punto de escribir algo, pero es que no me sale...

A cambio, les dejo una palabra:

Paralelepípedo

Bonita, ¿verdad?

6.6.05

Ósmosis

A veces me descubro repitiendo gestos o expresiones de personas con las que paso mucho tiempo. Lo hago sin querer, como si de repente esa persona poseyera mi espíritu y actuara a través de mí. Me siento entonces avergonzado –suerte que no suele pasarme en su presencia–, y falto de personalidad. A veces me siento incluso un poco asqueado, ya que no siempre se me pega aquello que más me gusta de los demás.
Me pregunto si a ellos les pasará lo mismo, si andarán por ahí imitando lo peor de mí.

3.6.05

Recicla tu vida

Poco antes de morir, el viejo expresó su último deseo: quería que metieran toda su vida en un cubo de reciclaje, a ver si así alguien la aprovechaba mejor que él. No, no hay nada peor que morir y sentir que has perdido buena parte de tu tiempo.

2.6.05

Un trago más

...
Ven, acércate.
Déjame oler tu pelo, rozar tu piel con mis labios.
Demasiado lejos ya como para dejarlo estar.
Cuidado con perder el equilibrio.
Tu cuerpo entre mis brazos.
Nada más.
Sonríes.
Ven, acércate un poco más.
Tu boca.
Tus labios.
Demasiado cerca ya como para resistirse.
Tus ojos.
Tus manos en mi cintura.
Equilibrio.
Sonríes.
Maria.
Tus ojos, tus manos, tu boca, tus labios.
Nada más.
Vamos, bésame ya.