A veces me descubro repitiendo gestos o expresiones de personas con las que paso mucho tiempo. Lo hago sin querer, como si de repente esa persona poseyera mi espíritu y actuara a través de mí. Me siento entonces avergonzado –suerte que no suele pasarme en su presencia–, y falto de personalidad. A veces me siento incluso un poco asqueado, ya que no siempre se me pega aquello que más me gusta de los demás.
Me pregunto si a ellos les pasará lo mismo, si andarán por ahí imitando lo peor de mí.
6.6.05
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