31.3.05

Psycho Interruptus

Al principio sólo iba a matarla. Era la víctima perfecta. La había encontrado drogada hasta las cejas y medio dormida en las escaleras de aquel antro. Con la cabeza entre las rodillas. Mientras la sacaba de allí sujetándola por el codo sólo pensaba en cómo iba a matarla. La muy estúpida no se daba cuenta de nada. Se giraba y me miraba entre divertida y despistada. Creo que me dijo algo, pero entre la música y su lengua de trapo no entendí nada. Tampoco escuchaba. Iba como loco. Pensaba destrozarla. Entonces tuvimos que parar un momento. Aquel sitio estaba lleno de imbéciles pegando saltos. Me fijé en ella. Me fijé en su culo, en su estrecha minifalda, en sus largas piernas, en sus tetas, en su boca de guarra drogadicta. Y me entraron unas ganas terribles de follármela. Sí, primero me la follaría. Y después la mataría. Tenía que encontrar un sitio tranquilo. Pensaba tirármela hasta

29.3.05

Dos amigos

–¿Ya está? –preguntó el insaciable.
–No. Lo que viene es aún peor –contestó el deprimido.

23.3.05

Divisiones

El mundo se divide entre los que mojan el cepillo antes de lavarse los dientes y los que no lo mojan. A los primeros les gusta que la boca se les llene enseguida de espuma. Los otros prefieren ir más despacio, que el cepillado les dé poco a poco aspecto de perro rabioso. Aunque el final en ambos casos sea aquí idéntico, es en el inicio de este gesto de higiene cotidiana donde podemos apreciar la diferencia entre los que ponen de su parte para conseguir sus objetivos y los que dejan que las cosas lleguen por sí solas.

22.3.05

Llamadas perdidas

Creo que no existe nada más odioso que esperar una llamada.

Yo te llamo. Ya te llamaré.

Y el tiempo que pasa y pasa y el teléfono que no suena. Y cuando lo hace, no es por la llamada que esperabas. Hablas entonces deprisa, cuelgas de mala manera, no vaya a ser que quien tiene que llamar te encuentre comunicando. Sigues esperando, enganchado a tu teléfono como un hermano siamés.

Se supone (eso nos hacen creer) que la tecnología sirve para hacernos la vida más fácil. Pero desde que llevo mi teléfono en el bolsillo sólo he ganado en miedos –miedo a que se caiga, miedo a perderlo–, en molestias –llamadas inoportunas, mensajes de madrugada– y en eternas esperas. Y como sucede con la policía, nunca está ahí cuando lo necesitas: las veces en que me ha hecho falta de verdad, el muy condenado o estaba fuera de cobertura o se había quedado sin batería. Seguro que Murphy habría disfrutado con este aparato. ¿De qué si no siempre acaba sonando cuando has ido un momento al lavabo?

21.3.05

Al fondo a la derecha (II)


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Después de un par de miradas...
ELLA: Perdone, señor, ¿el lavabo?
ÉL: ¿Qué? Ah, sí, al fondo a la derecha.
ELLA: ¡Gracias!
ÉL (pensando): Voy a tener que hacer algo con esta calva. No me extraña que siga soltero...

18.3.05

Al fondo a la derecha

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¡DingDong! Señor@s pasajer@s, el comandante les da la bienvenida a bordo. Por favor, pongan la tapa de su retrete en posición vertical y desabróchense los cinturones. Tiempo estimado de vuelo: de 3 a 20 minutos (dependiendo de lo que hayan comido o de si tienen la sana costumbre de llevarse lectura al baño). Disfruten del viaje y no olviden tirar de la cadena al salir.

17.3.05

Lágrimas

Cuando cree que nadie la ve, sólo cuando siente que ya no hace falta seguir fingiendo, es cuando deja que la tristeza asome en sus ojos. Yo la puedo ver ahora, desde aquí, un niño oculto en su escondite, y aunque sé que guarda en su interior un terrible secreto que la hace sufrir, me siento incapaz de descubrirlo. Algo me impide ver bien a través de sus ojos. Como si mirara a través de una vieja puerta de cristal, en ellos sólo veo confusas sombras, oscuros reflejos.

16.3.05

Lecturas

Breve post dedicado


a quienes leen


en diagonal,

pues


no tienen tiempo


para mucho más.

15.3.05

El origen de las cosas

Que sí, mujer, que incluso el Titanic se hundió por culpa mía.
¿No lo sabías? También fui responsable de la extinción de los dinosaurios.
Y seguro que si tiramos aún más atrás, algo tuve que ver con el Big Bang.

Si lo miramos bien, y juro que no sé cómo demonios te lo montas, siempre acabo siendo yo el origen de todos nuestros problemas. Así no hay quien discuta.

14.3.05

11.3.05

Bocadillos del mundo (y IX)

Sugerencia del chef:
El bocadillo de patatas fritas y mejillones

Coja una barra de pan del día y corte un pedazo (mayor o menor en función de su apetito). Pártalo por la mitad y unte las caras interiores con un tomate maduro. Añada un poco de aceite y sal. A continuación, abra una bolsa de patatas fritas (de las buenas, nada de patatas baratas). Coloque una fina capa de patatas sobre una de las mitades del bocata (la otra mitad apártela, no le hará falta hasta el final). Acto seguido, abra una lata de mejillones en escabeche. Uno a uno, coloque los mejillones en batería sobre las patatas. Con una cucharilla, coja un poco del aceite de la lata (no mucho, si no quiere pringarse después) y extiéndalo sobre los mejillones. Añada una segunda capa de patatas fritas hasta cubrir los moluscos. Cierre el bocadillo colocando la mitad que previamente había apartado sobre la que tiene el relleno (atención aquí, hacerlo al revés puede poner perdido el suelo de la cocina). Ejerza una ligera presión sobre el bocata, lo justo para que el bocadillo adopte unas dimensiones aptas para su boca (no se preocupe por el ruido, es normal que las patatas crujan). Degustar acompañado de su bebida favorita.

Los que lo han probado dicen que es un bocadillo exquisito. Alta gastronomía, oiga.

10.3.05

Los amigos de F

Tal vez fuera culpa de su rareza, que hacía que todo el mundo se le acercara con recelo, pero el caso es que F no tenía muchos amigos. Tampoco ayudó su meteórico paso por el sistema educativo, tan breve que no le dio tiempo a cavar los cimientos de una sólida amistad con ninguno de sus compañeros de primaria. Aún así, ahí estaban el ocurrente de G, la tímida H y el ingenuo de O esperando a la puerta del restaurante. Iban a celebrar el dieciocho cumpleaños de F, y para variar, éste llegaba tarde. Por fin lo vieron cruzar la calle, con el rostro sombrío y las manos metidas en los bolsillos de su abrigo. Qué poco sabían ellos de su pesar: había querido invitar a su fiesta a X, esa misteriosa chica de tercero que le tenía el corazón robado y que con un simple lo siento, no puedo había despejado una incógnita que lo había tenido sin pegar ojo los últimos diez días.

8.3.05

Se dijo el adicto...

Qué hago, ¿lo tomo o no lo dejo?

7.3.05

Aquí no hay quien viva

Uno ya no sabe si este hombre es un bocazas compulsivo o simplemente pasa que las conexiones de su cerebro hace tiempo que se rompieron. Parece mentira que no aprenda. Debe de ser uno de los pocos animales que no sólo tropieza dos veces con la misma piedra, sino tres, cuatro... Y todas las que se encuentre por el camino.

Tal y como este diario se preocupó en su día de hablarle al señor Z del sinónimo, ahora toca recordarle a PQ en qué consiste el noble arte de la metáfora. No, viejo amigo, las metáforas nada tienen que ver con las comparaciones. Que por algo se dice de ellas que son odiosas.

¿A quién se le ocurre comparar un cráter en medio del Carmel con el hundimiento del Prestige? ¿Qué tendrá que ver la política catalana con un souflé? ¿Y la vaselina? Dígame, ¿dónde hay que ponerla para no hacerse daño?

La última genialidad de este lenguaraz impenitente ha sido comparar su gobierno con una mujer maltratada. A eso le llamo yo entrar con buen pie en el Día Internacional de la Mujer. O no tan bueno, porque ya tenemos otra vez aquí un tropiezo de narices: titulares en la prensa, columnas de opinión, asociaciones feministas montadas en cólera...

Al final uno se pregunta si no será PQ un creativo de pacotilla, un humorista de brocha gorda que, transvestido de President, no hace más que servir en bandeja titulares ingeniosos para convertir este pequeño país en el hazmerreír de toda España.

Como diría aquél, un poquito de por favor, amigo PQ. Le aseguro que con un 3% nos basta.

6.3.05

Aturdido

Estoy intentando ordenar mis sentimientos. Los tengo todos aquí, encima de la mesa. Los etiqueto con cuidado. Ay, sí, éste tan feo se llama rencor. Lo rotulo con letras bien grandes. Que la próxima vez lo vea venir de lejos. A éste otro le voy a quitar el polvo. Pobre, casi no me acordaba de él.

Los ordeno por tamaños y colores. Qué bien, cuánto rojo por aquí y qué poco negro. El adecuado toque de verde, para que luego digan que no soy optimista. Me alegra comprobar que desde la última vez el gris se ha desteñido. Vamos bien, me digo entonces.

Abro mi corazón y uno a uno los vuelvo a meter dentro. Ya casi estoy. ¿Sabes qué? A ti ya no te quiero, ahí te quedas. Cierro con llave, pulso on, el músculo vuelve a latir. Respiro hondo y me siento bien, aunque sé que esta sensación no durará mucho. Cuando te vuelva a ver mi corazón pegará un brinco y mis sentimientos se mezclarán de nuevo entre ellos, dejándome como al principio. Aturdido.

4.3.05

(Miradas, take two)

Sales a la calle a cazar. Tus ojos como escopeta. Tu joven cuerpo como señuelo. Y buscas tu cliente. Disparas provocadoras miradas. Un guiño. Un leve gesto de la cabeza. Ven aquí, cariño. El poco español que has aprendido. Cariño, vamos a follar. Caminas todo el día, pero apenas te mueves unos metros. Arriba y abajo. El frío en tus huesos. El leve cobijo de un portal. Las sucias miradas de los viejos. Si hay suerte, negocias el precio. Y desapareces por un callejón del centro. Domadora del peligro. De los bajos instintos. Eres muy joven. Casi una niña. Viniste de lejos en busca de un futuro mejor. Quién sabe si huyendo del infierno. Y en esta ciudad encontraste una de sus sucursales.

3.3.05

Miradas

Sales a la calle a cazar. Tus ojos como escopeta. Cargas tu arma con un rápido pestañeo. Y buscas tu pieza. O una señal de reconocimiento. Una señal, al menos. Disparas penetrantes miradas. Pero en la calle las caras se convierten enseguida en espaldas. Son presas huidizas. A veces te sientes tentada y vuelves la vista atrás. Das una segunda oportunidad. Pero nada. Recargas y sigues avanzando. Sigues buscando. Cuando se hace tarde, siempre vuelves muy tarde, regresas a casa. Y tu corazón, ese gancho del que pensabas colgar tu presa, sigue igual de vacío, igual de frío. Pero aún crees en el amor a primera vista. Y en ésas estás.

2.3.05

El haiku del yonki

El lento fluir
del jaco en mis venas,
me evaporo.

1.3.05

Sábanas rápidas

Lo bueno, si breve, una putada. El joven F tenía esta frase enmarcada encima de su escritorio, junto a una fotografía en la que podía vérsele, con apenas quince años, sentado en la primera fila de bancos de la universidad. Muy pocas de sus conquistas reparaban nunca en aquella frase. No es este ahora el caso de la bonita V, que sentada al borde de la cama y mientras se quita las medias, pasea el azul de sus ojos sobre el texto y pegunta: ¿Qué quiere decir? ¿No era “lo bueno, si breve, dos veces bueno”? Con una pícara sonrisa en la boca y justo antes de abalanzarse sobre ella, F responde: De aquí cinco minutos te lo explico.