18.1.06

Amor de madre

Tras dos horas de doloroso parto, Belinda creyó que estaba siendo víctima de una broma. Una de muy mal gusto. En lugar de un sonrosado bebé, la enfermera le puso entre los brazos, preceptivamente envuelta en una pequeña manta, una empanadilla. Cuentan que los gritos se oyeron en el último piso del hospital. Los médicos no tuvieron más remedio que sedarla y ponerla a dormir.

Cuando despertó de vuelta en su habitación, Belinda deseó que todo aquello no hubiera sido más que una horrible pesadilla. Se llevó las manos a la tripa, pero ni rastro de su embarazo. Giró entonces la cabeza y allí estaba, durmiendo feliz dentro de su cuna. Una media luna perfecta. Una empanadilla. La pobre Belinda perdió el conocimiento.

Días después el médico le comentó que, aunque extraordinario, su caso no era único. Había documentado por lo menos un caso más, una mujer argentina que años atrás había dado a luz un alfajor. Belinda creyó enloquecer. Agarró la empanadilla y a punto estuvo de tirársela al médico a la cabeza. Pero no lo hizo. Como si de una ostra se tratara, la empanadilla había abierto su boca y le estaba chupando el pulgar.

–Mírela –dijo Belinda sin dar crédito–, parece que tiene hambre.

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