17.1.06

Cómo hacer menos dolorosa una despedida

Si no hay más remedio, si uno no puede evitarlo, existe una manera de hacer menos dolorosas las despedidas. Basta con, cinco minutos antes del último adiós, meterse en una ducha y quedarse bien quieto debajo del chorro de agua fría. Aguantar al máximo cinco minutos como mínimo, sin preocuparse cuando la piel adquiera un sospechoso tono azul. A continuación, y con el cuerpo aún húmedo y tiritando de frío, proceder al inevitable abrazo. Nuestro cuerpo no sentirá nada, será como abrazarse a un trozo de corcho. Este abrazo no puede durar mucho –30 segundos a lo sumo–, ya que si no corremos el riesgo de recuperar el pulso y sentir esa calidez que tanto echaremos de menos a partir de ahora. Y ya está. Cuando nos quedemos solos, una botella de buen escocés servirá para volver a entrar en calor y, ya de paso, aliviar los efectos psicológicos del adiós.

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