No hacen falta unos colmillos afilados. Ni dormir en un ataúd. O vestir una capa negra. Tampoco hace falta evitar las comidas con ajo. Ni tenerle miedo a los crucifijos. O ser capaz de transformarse en un murciélago.
Para ser un vampiro de verdad basta con dirigir una empresa con mano de hierro, explotar a tus trabajadores, infundirles miedo, humillarlos en público, y sobre todo,
pagarles una mierda de sueldo.
9.3.06
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