Si me clavara las uñas
ahí en el centro de mi pecho,
en el punto donde se unen mis costillas,
y estirara como un exhibicionista para mostraros lo que llevo dentro,
acabaría por salpicaros con sangre,
pues
no hay poesía en esto de abrirse a los demás;
en el fondo no somos más que un montón de vísceras y huesos,
un rincón húmedo o un músculo erecto,
más bien una lista de la compra llena de buenos sentimientos.
Y a estas horas,
¿qué coño encuentro abierto?
23.3.06
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