Como cada mañana, abandonaré mi corazón en el portal de casa, sentado en las escaleras, y me iré a trabajar. Insultaré como un salvaje a todo el que se cruce en mi camino, trataré sin piedad a mis subordinados, me tiraré a mi secretaria y seré implacable con la competencia. Y cuando al atardecer vuelva a casa, recogeré mi corazón de entre las plantas (pues algún chaval del barrio habrá jugado a fútbol con él), y volveré a colocarlo en su sitio. Saludaré con un beso a mi esposa (también le tocaré el culo) y jugaré con mis hijos antes de que llegue la hora de cenar. Y como cada noche, le diré a mi mujer que estoy cansado tanto trabajar y me quedaré dormido en un santiamén (como todavía no hace tanto de la última vez que lo hicimos, aún puede esperar).
Mi familia no sospecha que soy un auténtico hijo de puta.
31.5.05
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