25.1.05

Los pingüinos

Tengo miedo de salir de casa. Temo que un golpe de aire frío –ese viento que vendrá del Polo Norte– me congele al instante y después me caiga al suelo partiéndome en mil pedazos. O que, una vez fuera, me sorprenda una terrible nevada y, atrapado entre tanto blanco, ya no sepa encontrar el camino de vuelta a casa, muriéndome de hambre y frío en medio del Paseo de Gracia.

Tengo miedo de poner la tele y ver el espacio del tiempo. Ése en el que el meteorólogo predica últimamente con el apocalipsis. Me asustan sus gráficos en caída libre (aunque a él se le vea contento, incluso excitado con la que se avecina). Cuidado, es hoy, esta noche, va a ser horrible. Moriremos todos congelados; todo fallará: no irá la calefacción, se irá la luz, no habrá agua, los teléfonos dejarán de funcionar, se acabará la comida en los supermercados, cerrarán la Casa de las Mantas (al ladito mismo de la Caixa), habrá una revuelta popular, el ejército tomará las calles, suspenderán el próximo partido de Liga.

Arrepentíos, pecadores, que el mundo se acaba. Llega por fin el frío, y sobre nuestras tumbas bailarán los pingüinos.

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