Menuda manera de empezar el día. He salido de casa y, después de cruzar la calle, una furgoneta ha tirado al suelo a un motorista. He pasado junto a una escalera y el hombre que limpiaba los cristales de un escaparate ha perdido el equilibrio y caído junto con su cubo lleno de agua. He subido al autobús y la anciana que venía detrás de mí ha tropezado con los escalones. Pobre mujer, ha dejado clavada su dentadura postiza en la puerta del conductor.
No puede ser, me he dicho, pero por si acaso me he sentado al fondo, con la cabeza gacha y sujetando bien fuerte el diario de ayer. Al fin he llegado a la oficina. Y la calefacción no funcionaba. Así que cuidado, amig@ lector@, no vaya a ser que ahora, una vez me abandones, le pase algo a tu ordenador.
16.11.04
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