29.11.04

Y al octavo día, Dios creó el hobby

Y tú, ¿a qué te dedicas? Más temprano que tarde, esta pregunta acaba apareciendo cuando acabas de conocer a alguien. O la haces tú o te la hacen, nunca falla. Depende de quién sea el más rápido.

Así como quien se dedica a ayudar a gente con problemas de movilidad no hace más que ver escalones y obstáculos por todos lados, o quien vende sanitarios no hace más que fijarse en los lavabos que visita –ese modelo de taza con doble tipo de descarga: la pequeña para sentirse ecológico, la grande para llevarse cañería abajo esa terrible cagada–, en el fondo no somos más que lo que hacemos. Soy abogado; soy periodista; soy comercial; soy electricista. Soy mi trabajo.

A algunos –los más afortunados–, esta confusión entre el "ser" y el "trabajar de" les está bien. Son los que consiguen hacer de su vocación su forma de vida, los que viven su trabajo con pasión. El resto se conforma (o acepta como normal) esta curiosa forma de esquizofrenia.

Y a ti, ¿qué te habría gustado ser? Si conseguimos intimar un poco con esa persona a la que acabamos de conocer, podremos lanzarle esta pregunta. A veces las respuestas son increíbles, nada que ver con la realidad del que las da. Y –esto pasa siempre– su mirada suele brillar de forma especial cuando se explica.

En el mejor de los casos, estas personas darán rienda suelta a sus pasiones en el tiempo libre. Por eso pienso a menudo que al octavo día, cansado ya de su trabajo (los lunes son siempre un mal día), Dios creó el hobby.
Feliz semana.

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